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Historia Virgen de la Peña

En 1536 habitaba en Mijas, D. Pedro Bernal Manríque, esposado con Dña. Asunción Alcántara y Torreras, naturales de la población de Trujillo. Este matrimonio tuvo dos hijos, Juan y Asunción. Con edad suficiente para poder trabajar, doce y diez años respectivamente, el padre les compró algunos corderillos para que ellos los cuidaran. Un día, siendo 30 de Mayo, era domingo, día de la Santísima Trinidad, hacia el mediodía, estaban los dos hermanos en su juego, cuando de repente cruzó por medio de ellos una paloma tan hermosa que se distinguía de las demás, ellos fueron tras ella para cogerla, lograron su deseo, se paró bajo la torre donde estaba la reina celestial, ellos, cogida la paloma, la besaban y acariciaban y en aquella dulzura que tenían quedaron absortos, y cuando despertaron de aquel éxtasis, para ellos era dormidos, se fue la paloma. Estos a la hora del mediodía se fueron para su casa, y por todo el camino discutían lo antes dicho, se lo dicen a sus padres y apenas escucharon lo que estos inocentes decían.

Al día siguiente que era lunes 31, se fueron al mismo sitio, y sin acordarse de nada, a la misma hora pasó lo del día anterior, lo dicen a sus padres por segunda vez, y les dice que a ese sitio no fueran más, que eso eran cosas de espantos, y que algo les podía ocurrir. Al día siguiente, martes, no fueron, pero el miércoles, sin acordarse de nada los niños se posaron allí en el mismo sitio. Aquí llegaron las tribulaciones para los niños y las alegrías para todos: estando en sus cuidados del ganado y hora del mediodía, de repente oyeron una voz: “¡Juan, mírame!” Y volviendo la cara hacia donde sonó la voz vio sobre el ventanal de la torre que estaba la paloma, y de repente se formó una aureola tan hermosa que, por sus colores tan bonitos quedaron extasiados, y de repente apareció una señora en medio y con un niño en brazos, y la paloma se posó en el pecho de esta celestial señora. Estos niños viendo tal hermosura se postraron de rodillas y con palabras inocentes, le dice la niña a su hermano: “¡Qué señora tan hermosa!”. El niño habló a la señora “¿Quién sois vos?”, La Señora dijo: “¡Soy la Madre de Dios!”. Dice el niño: “¿Qué deseáis de mí y de mi hermanita?”, La Señora contestó: “¡Hablar con vosotros!”. La niña le dijo: “¡Señora, se vaya a caer de lo alto d ela torre!”, “¡No, hija, no; no he de caerme!”.

Ahora ir a vuestra casa; contarles a vuestros padres lo que veis aquí, y que avisen a las autoridades todas del pueblo y al padre sacerdote, y que vengan y me saquen de este lugar donde estoy escondida ya más de quinientos años, y dicho esto desapareció la visión. Encamináronse los niños a su casa, tristes y pensativos, y viendo el padre los suspensos que estaban, les preguntó qué dijeran los motivos.

Ellos confesaron lo ocurrido. El padre oyendo tales palabras quedó aturdido, pero repuesto, dio cuenta al padre sacerdote, y dando noticias a las autoridades y vecinos, se encaminó con los niños al castillo. El padre de los niños siendo maestro de obras, subió a lo alto del torreón, y los niños señalaban dónde vieron la visión, tocó, sonaba a hueco, dando golpes hasta romper la pared. El buen Pedro, vio lo que había dentro y con voz desentonada dijo: “ Jesús, aquí está”, y cayó desmayado al suelo. Entonces el Padre sacerdote presentó la Santísima Virgen al pueblo, se postraron en tierra, y la saludaron con el Ave María y Salve. Dentro del hueco había, con la Santa Imagen de la Virgen, dos candelabros de plata de rara figura, dos reliquias figura de custodia, otra al parecer un copón, y otras alhajas, y el legajo sobre el historial de la Imagen. Quedó la Virgen con el nombre de “Virgen de la Torre”. Salidos de aquel lugar la entregaron al niño Juan, y fue llevada a la Parroquia en brazos de dicho angelical niño.

Al día siguiente, fiesta del Santísimo Corpus Christi, fue más solemne por la aparición de la Virgen. Esto sucedió el 2 de Junio de 1586, a las doce del día, reinando el monarca Felipe II. El retorno de la Virgen, que primitivamente fue llamada Santa María de la Encarnación, trajo gran regocijo a Mijas, pero aunque el testimonio de los dos niños se encontraba ya en el Ayuntamiento, los hombres de ésta no se daban gran prisa en obedecer la petición de la Virgen de tener su capilla en la roca bajo el Castillo de la Peña. Por el contrario, el proyecto quedó durante 70 años paralizado, y tal vez, aún estaría así de no ser por la fe, perseverancia y amor a la Virgen de un piadoso ermitaño, el hermano Diego de Jesús, María y san Pablo.

El Santuario de la Virgen de la Peña, que labró con sus propias manos, permanece cómo monumento a su fe y es visitado por nativos y forasteros, en el corazón de las grandes fiestas y todavía más el de la vida misma de este pueblo. Y no sólo en los días de regocijos como bodas y fiestas van a él los mijeños, sino con más devoción en los momentos difíciles de tristeza o enfermedad y muchas son las obras de misericordia y consuelo atribuidas a la Virgen.